Antoni Ballabriga, responsable global de Negocio Responsable en BBVA: “Hay que situar el impacto social en todos los procesos de decisión”

Lleva casi 13 años en BBVA y su tarea siempre ha estado ligada a un concepto: la responsabilidad de la empresa. Antoni Ballabriga, responsable global de Negocio Responsable en la entidad bancaria, tiene muy claro que el crecimiento inclusivo y la ayuda a los más vulnerables suponen costes para las empresas, pero, a largo plazo, también oportunidades. Ballabriga comparte con nosotros, en esta entrevista, la visión de BBVA sobre cómo conseguir una economía más inclusiva. Esta entrevista forma parte del proceso de investigación de IV informe del Observatorio que saldrá a la luz a finales de octubre.

¿Cómo entiende BBVA el crecimiento inclusivo?

El banco tiene un propósito: poner al alcance de todos las oportunidades de esta nueva era. Es lo que inspira nuestro día a día, lo que da sentido a lo que hacemos: impactar positivamente en las personas y la sociedad. En el nuevo Plan Estratégico 2020-2024, aprobado recientemente, el crecimiento inclusivo orienta claramente nuestra estrategia de negocio.

¿Qué supone ser Jefe Global de Negocio Responsable en una entidad que opera en muchos países del mundo?

Nuestro rol en el banco va muy pegado a su propósito: asegurar que el impacto de nuestras decisiones en la vida de las personas se incorpore en todos los procesos, desde el diseño de productos al servicio de reclamaciones. Significa situar el impacto social en todos los procesos de decisión. Tenemos reporte directo al Consejo de Administración y trabajamos con todos los departamentos de negocio y áreas de apoyo del banco para asegurar que esta visión humanista forme parte de cualquier plan del banco.

¿Y cómo se integra ese propósito en la estrategia de negocio?

El crecimiento inclusivo no lo centramos solo en los más vulnerables. Cualquier proyecto de crecimiento inclusivo debe contar con un público objetivo identificado de forma clara. La igualdad de oportunidades es la que nos permite anclar esa inclusión en términos más amplios. Hay tres niveles: nuestros clientes, los 130.000 empleados y la inclusión social. En el primero es donde hay más capacidad de amplificar el impacto y es donde hemos fijado seis prioridades. Dos de ellas, como propuesta de valor hacia los clientes, son la sostenibilidad y la salud financiera. Las dos tienen que ver con el crecimiento inclusivo. Respecto a la sostenibilidad, vamos a ayudar a nuestros clientes en dos grandes ámbitos: la acción climática y el crecimiento inclusivo, relacionados con los ODS 8 y 9.

¿De qué iniciativas concretas estaríamos hablando?

Dar acceso universal a los servicios financieros, facilitar soluciones de financiación a empresas, instituciones y particulares que impulsen la creación de servicios e infraestructuras básicas: salud, agua, vivienda… El papel es más relevante en países emergentes, pero también en España. Y luego está el emprendimiento, que requiere un apoyo singular. La idea es que el crecimiento inclusivo esté dentro del paraguas de la sostenibilidad. Se ha visto con el shock de la COVID-19, donde hemos puesto en marcha prórrogas del alquiler social y de las hipotecas, ayudas al consumo, programas de financiación a pymes, emisión de un bono social… soluciones con un público identificado como vulnerable.

“Si la sociedad está rota, nosotros también sufriremos. Las soluciones con impacto suponen un coste, pero también se deben ver como una oportunidad de negocio a largo plazo”.

¿Cómo se cuantifica el impacto de todas estas soluciones?

Estamos definiendo estándares, queremos cuantificar nuestras soluciones financieras en su impacto en la acción climática y el crecimiento inclusivo, donde no hay estándares universales. No se trata tanto de lo que se financia, sino de a quién se financia.

La segunda prioridad es la ‘salud financiera’ ¿Cómo afecta al crecimiento inclusivo?

La salud financiera va vinculada a la vulnerabilidad financiera. Antes de la COVID-19, un tercio de los hogares españoles tenía dificultades y solo podría aguantar tres meses en caso de crisis de empleo. Con la COVID-19 se alimentan la inequidad y las brechas. Para mejorar la salud financiera de clientes y no clientes, realizamos asesoramiento, facilitamos servicios y proporcionamos educación financiera, sobre todo para las familias y para las PYMES más vulnerables.

Estas medidas están relacionadas con clientes, pero ¿cómo aplicar esa estrategia con proveedores y empleados?

Los proveedores y empleados son importantes. Tenemos una política de compras responsables y en situaciones singulares, como la crisis de la COVID-19, hemos segmentado nuestros proveedores según su vulnerabilidad para ver cómo ayudamos a evitar despidos y situaciones complejas. En cuanto a los empleados, la brecha de género y la diversidad son temas nucleares. Hacemos formación en sesgos inconscientes, hay igualdad de condiciones en la promoción… Necesitamos más mujeres en posiciones directivas –estamos en un porcentaje del 22 % y todavía es poco– y que las brechas de salarios sean cada vez menores, estamos en torno a un 1,3 %. Y luego hay iniciativas centradas en una situación concreta. En México, por ejemplo, hemos puesto en práctica el Salario Bienestar: en tres años habrá un aumento muy importante en las categorías con menor remuneración, que permitan tener un sueldo muy por encima del salario medio del país.

Son muchas las empresas y expertos que piensan que la pandemia puede ser una oportunidad.

Las empresas tenemos la oportunidad de repensar todo. El salto al futuro ha venido de repente, necesitamos prepararnos para ser más resilientes, invertir en ella, ayudar a las familias para que lo sean más.

¿Alguien duda hoy de que después de la COVID-19 los inversores van a pedir a las empresas que tengan en cuenta estos shocks sociales, sanitarios y climáticos que afectan a los más vulnerables?

¿Qué papel juegan las alianzas en esa “oportunidad”?

Ni los gobiernos pueden por sí solos, ni las empresas, ni las organizaciones sociales… Lo importante son las alianzas. Nos necesitamos unos a otros. Se requiere mucha más colaboración público-privada, más cooperación global… Y también entre entidades del mismo sector, por qué no. En temas que trascienden el negocio a corto plazo y que tienen que ver con la necesidad de crear un país sostenible, todos los bancos estamos interesados. Nunca había habido tanta complicidad.

Hasta ahora el catalizador de esa estrategia responsable han sido los ODS. ¿Con la COVID-19, cambia la situación?

Los ODS es un marco de referencia que será útil durante muchos años. Lo utilizan inversores, bancos centrales, etc. Es la agenda que nos implica a todos. No hay que reinventar nada. Y es un marco ideal para las empresas, que tienen que hacer que haya intencionalidad. Es decir, que los ODS estén en el inicio de definición del negocio de la empresa y que sean un brújula y radar para identificar dónde la compañía puede tener un rol más importante. ¿Alguien duda hoy de que después de la COVID-19 los inversores van a pedir a las empresas que tengan en cuenta estos golpes sociales, sanitarios y climáticos que afectan a los más vulnerables? Los bancos centrales han visto cómo sufría el sistema y pedirán a bancos y aseguradoras que gestionen mejor estas situaciones. Los empleados van a ser más exigentes con las empresas. La sociedad pedirá más. Todo irá a más.

BBVA es miembro del Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo y está participando en el informe que estamos elaborando sobre cómo las empresas pueden impulsar una economía más inclusiva.