Paula Hidalgo-Sanchís: “Hay que dirigir las nuevas tecnologías hacia el bien común”

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible muestran la complejidad de los retos que tiene la humanidad en este momento, y también su escala. Nunca ha habido 7 000 millones de personas viviendo en la Tierra y con un porcentaje tan alto de pobreza. Nunca en la historia hemos tenido unas dinámicas que no conseguimos parar y que siguen produciendo desigualdad o contaminación. La pobreza es cada vez más complicada. Ya no se trata de si no puedes comprar o comer, sino de que si vives en un determinado barrio de China, no puedes respirar aire puro”.

El diagnóstico de la directora de Pulse Lab Kampala, Paula Hidalgo-Sanchís, no es amable, pero sus 19 años de experiencia en acción humanitaria y políticas de desarrollo sostenible en más de 20 países le otorgan rigor. Su pasión es innegable y también su confianza en que la innovación puede ayudar en la batalla.

Pulse Lab Kampala forma parte de Unites Nations Global Pulse, la iniciativa de innovación de la ONU sobre big data, y tiene un mandato claro: aprovechar los macrodatos como un bien público y genera herramientas de impacto social desde los distintos laboratorios del proyecto (Nueva York, Yakarta y Kampala).

A menudo cuentan con la colaboración de profesionales “brillantes” con vocación social que renuncian a mejores sueldos en empresas tecnológicas por involucrarse en proyectos capaces de generar impacto.
Pulse Lab Kampala ha desarrollado, por ejemplo, una aplicación de inteligencia artificial para identificar de forma automática elementos con imagen satélite y monitorizar el crecimiento de asentamientos informales.

“Por una vez no hay diferencia entre el norte y el sur del planeta, hay iniciativas punteras tanto en Dinamarca como en Tanzania”, admite.

Otro de los proyectos es una herramienta que, también con ayuda de la inteligencia artificial, extrae información relevante para los ODS con transcripción de conversaciones radiofónicas públicas a textos en lenguas africanas. En Uganda, como en otros países del entorno, la radio se emplea como una red social, y se puede recopilar una enorme cantidad de datos de calidad en tiempo real.

Ahora mismo el acceso a los teléfonos móviles es mucho más rápido que el acceso a agua potable o a un trabajo dingo en muchos países del mundo. Esto representa una grandísima riqueza de datos que se pueden utilizar. Analizando datos de movilidad humana en desastres naturales puedes saber muy rápido dónde está la gente y adónde se ha ido, y apoyar mejor la respuesta necesaria”, explica. La utilidad de estas herramientas va más allá del sector de la cooperación internacional. “Puede inspirar planes de desarrollo también a nivel nacional”, añade Paula Hidalgo-Sanchís.

El rol de la empresa es clave para alcanzar un avance sostenible por la cantidad y la calidad de datos que procesan. Para que tengan una salida social hay que buscar la colaboración con organismos internacionales, gobiernos y ONG.

“Las empresas desconocen a menudo el valor de esos datos, no saben cómo analizarlos. Y debemos hablar con los gobiernos porque una rama muy importante de nuestro trabajo son las políticas de privacidad. Debemos fomentar los marcos legales para que se haga un uso ético del big data y de la inteligencia artificial. Todavía existe un gran vacío legal a nivel nacional”, afirma Hidalgo-Sanchís, que se muestra favorable a que una vez solucionado el marco legal y la utilidad de esos datos para el bien común, las empresas accedan a venderlos para cubrir los gastos generados por el procesamiento interno.

Esta entrevista se incluye en nuestro informe “Tecnología con propósito. El impacto social de la empresa en la era digital”. Puedes descargártelo aquí.