Jordi Canals (IESE Business School): “Este es el gran reto social: si tratamos bien a las personas, trataremos bien al medioambiente”

Jordi Canals es optimista por naturaleza. Tiene esperanza en los nuevos empresarios y altos directivos, más empáticos y preocupados por la realidad social. Director general de IESE Business School entre 2001 y 2016, es profesor de Dirección Estratégica y Economía. Además, es autor del libro “Building Respected Companies” (Cambridge University Press) y del informe Las competencias profesionales del futuro: Un diagnóstico y un plan de acción para promover el empleo juvenil después de la Covid-19. Jordi Canals responde a las preguntas del Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo, que ofrece con esta entrevista un adelanto de su próxima publicación. La presentación será el 25 de noviembre en una conferencia en la que también participará el académico.
En el último informe de IESE Business School junto con el Instituto de la Empresa Familiar el foco está puesto en el empleo como pilar fundamental para reconstruir la economía.

Hay una realidad que no siempre está en la primera línea del trabajo de los consejos de administración y de la alta dirección de las empresas, que es cómo preservar el crecimiento y la supervivencia de la empresa a largo plazo. Esta supervivencia no solo es una cuestión de encontrar nuevas oportunidades de crecer de manera rentable y sostenible, sino también de tener capital humano o intelectual. Está muy bien hacer referencia a la sostenibilidad, pero hay una primera dimensión, incluso antes que el impacto medioambiental, que es el impacto de la empresa sobre las personas que trabajan en ella, y los proveedores y clientes con los que interactúa. La relación entre la empresa y las personas acaba determinando la huella que una empresa deja en el medioambiente. No es una utopía. Pienso que una crisis como esta, donde es importante no dejar a nadie atrás, hay que tenerla muy presente. No vamos a conseguir motivar y enamorar a los clientes si antes no motivamos e integramos de verdad a la gente que tenemos dentro de las organizaciones.

Está muy bien hacer referencia a la sostenibilidad, pero hay una primera dimensión, incluso antes que el impacto medioambiental, que es el impacto de la empresa sobre las personas que trabajan en ella, y los proveedores y clientes con los que interactúa

Parece que la sostenibilidad medioambiental ha eclipsado la realidad social.

Estos factores que se han puesto de moda, como los ESG (factores ambientales, sociales y de gobierno, por sus siglas en inglés), no han puesto de manifiesto la importancia de la inversión en las personas, en el  capital humano. No es una critica a estos factores, pero sí a lo que ocultan o no sitúan en un primer plano. Hemos vivido una explosión de los temas de sostenibilidad y cambio climático, que son preocupaciones que debemos tener, pero nos hemos olvidado de que hemos hecho una reestructuración durante la gran crisis financiera de 2008-2012 en la que hemos dejado en  situación de desempleo , en países como España, a cuatro millones de personas.

En estos momentos de pandemia, ¿dónde ubicaría la responsabilidad de la empresa para que la sociedad salga airosa de esta crisis?

 Me gustaría pensar que los consejos de administración de las empresas, cuando tienen que afrontar decisiones de reestructuración que son necesarias, intentan evitar medidas que perjudiquen el empleo y que esta sea siempre la última opción disponible de las que se han considerado. La vocación de un empresario no solamente es crear proyectos nuevos, tener ideas brillantes; es crear  empresas que generen empleo sostenible. Desde un punto de vista social, se debe premiar a los emprendedores o empresas que ya funcionan, que crean y mantienen puestos de trabajo. Los empresarios, del mismo modo que se preocupan por innovar y por la sostenibilidad, han de preocuparse por el empleo que generan. No hay empresa más social que aquella que es capaz de crear y mantener empleo.

Pensar más allá de los resultados económicos es imprescindible para desarrollar empresas con vocación de permanencia.

Estaríamos hablando del propósito, ese concepto al que todas las empresas aluden.

Todavía hoy es pronto para confirmar que las empresas tienen incorporada la noción de propósito en sus organizaciones. Hemos de ser realistas. En el IESE hablamos de un concepto análogo, el concepto de misión: ¿Por qué existe una empresa? ¿Qué quiere hacer diferente al resto de las empresas? Evidentemente nos encontramos motivaciones diversas. Empresarios con alto impacto social, que quieren crear algo nuevo o mantener algo que funciona para dar la oportunidad a otros… Hay otras que nacen para tener impacto en un tipo de producto, que está muy bien y no es malo. Pensar más allá de los resultados económicos es imprescindible para desarrollar empresas con vocación de permanencia.

¿Es complicado explicar a las organizaciones empresariales la necesidad de esa misión?

El trabajo en un consejo de administración o en un comité de dirección es complicado. La calidad profesional y moral de estos directivos se muestra en estos momentos de crisis, no en los de bonanza, cuando todo va bien. Hay que pensar en el bien común. Está claro que no hay soluciones fáciles. Lo único que digo es que del mismo modo que las empresas tienen que pensar en la innovación, en la sostenibilidad, las empresas también tienen que pensar en temas de empleo.

Entre los segmentos excluidos de la crisis financiera de 2008 destacaron los jóvenes y los mayores de 50 años. La crisis de la COVID-19 ha vuelto a señalar a los mismos sectores como los grandes perjudicados.

En IESE Business School hemos hecho un informe para involucrar a las empresas en el empleo juvenil. Por primera vez presentamos datos de empresas sobre cuáles son las competencias que estas esperan de personas jóvenes hoy y en los próximos tres años. Y en otro informe hemos incluido la opinión de 119 empresas. Hay una reflexión clara: gobiernos, empresas y comunidad educativa deben conectarse para preparar a los jóvenes para las competencias profesionales del futuro. Este es el gran reto social: si tratamos bien a las personas, trataremos bien al medioambiente. Al final, la crisis de la COVID-19 nos ha ayudado a recordar lo mucho que valoramos a las personas de nuestra familia, a nuestros amigos, pero también a las personas de nuestras empresas, a los clientes. No puede haber crecimiento inclusivo sin un crecimiento humanista; sin empresas humanistas.

Este es el gran reto social: si tratamos bien a las personas, trataremos bien al medioambiente.

Muchos de los participantes en esta investigación han coincidido en que no hay comunicación entre los servicios públicos de formación y las necesidades empresariales.

Los jóvenes sin empleo  son una gran bolsa de exclusión social. Antes de la pandemia, el 32 % de los jóvenes de entre 16 y 25 años de edad no tenían empleo y dos tercios tenían pocas posibilidades de conseguir un trabajo en los próximos tres años. Es un problema muy grave. Hay que intentar quitar los obstáculos que impiden la creación de empleo, facilitar la empleabilidad con bonificaciones fiscales, con programas específicos. Y las empresas deben involucrarse más con los centros educativos para definir las capacidades que necesitan, para hacer proyectos conjuntos entre la Universidad, los centros de formación profesional y las empresas. La crisis nos tiene que golpear en la conciencia a todos, no a unos pocos. Se debe dar una ejemplaridad pública y privada, además de una responsabilidad civil.

¿Es esta crisis sanitaria y económica una oportunidad para las empresas?

Hoy hay un resurgir de empresas que quieren ser rentables, pero con un componente social muy fuerte, que dan trabajo a personas con discapacidad y de alta vulnerabilidad social, que crean puestos de trabajo sostenibles para personas con estas características. Soy optimista porque un paradigma que sea puramente financiero de la empresa, de maximización de beneficios, no funciona.

Soy optimista porque un paradigma que sea puramente financiero de la empresa, de maximización de beneficios, no funciona.

¿Es también optimista con las nuevas generaciones de empresarios y emprendedores?

Soy optimista también porque hay una nueva generación de profesionales y directivos jóvenes mucho más sensibles a esta realidad. Las generaciones jóvenes tienen un sentimiento de solidaridad más intenso. Creo que es importante que estas personas sepan que una empresa o un negocio no es solamente ganar dinero y conseguir que los accionistas tengan una remuneración. La empresa está formada por un capital y detrás hay un ahorro, pero el primer protagonista son las personas que trabajan en la organización. Es el momento para repensar otras maneras de hacer empresa.