Marc Simón: “Con los años el nuevo perfil de vulnerabilidad serán las personas mayores”

Fundación “la Caixa” está caracterizada por su fuerte compromiso social y su vocación de trabajo a favor del interés general. En el año 2022, ha incrementado su presupuesto invirtiendo 40 millones de euros en diferentes iniciativas sociales. Con más de cuarenta años de servicio, Marc Simón es el Subdirector General de Fundación “la Caixa” desde 2017. Actualmente es responsable de todos los programas sociales, sistemas de información y organización de la entidad.

Gran parte de la población española no se había recuperado de la crisis de 2008 cuando llegó la COVID-19, y hoy nos afecta la crisis energética ¿Desde la Fundación La Caixa notáis ese impacto?

Partimos de una idea clara, y es que la vulnerabilidad ya estaba antes de la crisis sanitaria. Previamente a la crisis de 2008 las tasas de pobreza eran muy altas, por eso las personas que estaban en una situación de exclusión tuvieron menos recursos para poder subsistir ante una emergencia. Con la pandemia ha sucedido lo mismo. Hemos visto como algunas personas han estado sin ingresos durante meses. Algunos colectivos, como por ejemplo las personas de etnia gitana, acostumbrados a estar en las calles para conseguir ingresos, han sufrido de mayor manera el impacto.

Ahora la inflación y el aumento del coste energético han evidenciado un impacto negativo universal. La COVID-19 fue algo más coyuntural y teníamos unas medidas, una seguridad, pero la vulnerabilidad es latente, y cada vez está afectando a más gente. Mi preocupación principal son las personas que ya eran vulnerables antes de las crisis y que hoy se encuentran en una situación mucho peor para mejorar.

¿Han cambiado los perfiles de vulnerabilidad o exclusión social?

Creo que con los años el nuevo perfil de vulnerabilidad serán las personas mayores. Hablo de las personas que no han cotizado tantos años o que no tienen una vivienda en propiedad. La propiedad aporta seguridad, porque se puede vender en caso de necesidad. Hemos estado muchos años con porcentajes ínfimos de inflación, pero ahora, cuando la inflación empieza a subir, se “come” hasta las pensiones.

Los mayores son un colectivo que está acostumbrado a subsistir con lo que tiene, pero dentro de unos años, cuando el precio de los alquileres no pare de crecer y la pirámide demográfica no aumente su base, tendremos que abrir líneas que afronten nuevas situaciones de vulnerabilidad. Creo que este problema no lo hemos visto aún, pero ocurrirá pronto.

En España hay millones de personas vulnerables frente al empleo.

Si ves la evolución al cabo de un año de las personas que trabajan pocas horas y tienen ingresos mínimos, te das cuenta de que hay una vulnerabilidad muy alta. La reforma laboral habrá incidido en algunos aspectos, pero no se percibe una estabilidad laboral. En España hay familias con empleo que no llegan a fin de mes. Pienso que es algo que, como sociedad, deberíamos remediar. Las empresas tienen un papel muy claro. El empleo tiene que ser digno y la retribución también, porque si no, no estás ayudando a que las personas más vulnerables puedan vivir en unas condiciones dignas.

¿Qué papel juegan las ONG para reducir desigualdad y la exclusión en España? ¿Y la empresa?

El papel de las ONG es muy importante porque la pobreza y la exclusión es multifactorial. La pobreza no solo la resuelves con una ayuda puntual. Las ONG aportan una atención integral de acompañamiento. Una ONG cubre muchos huecos que quedan vacíos por el sistema, pero no deberían cometer el riesgo de ser las únicas receptoras de contratos de la Administración. En muchos casos, se trata de una externalización de lo que la Administración debería hacer. Por eso creo que el papel que las entidades sin ánimo de lucro debería ser otro.

Todos tenemos una responsabilidad social y, si queremos una sociedad mejor, esta tiene que ser una sociedad más igualitaria. Esto es, una responsabilidad de todos. De las personas y las empresas. Porque su contribución no sólo es ofrecer empleo, sino también una retribución digna con impacto positivo en el territorio donde están presentes.

Y las vulnerabilidades no están repartidas de manera igualitaria en el territorio, se concentran en lugares concretos. Pienso que desde la iniciativa privada se debe tener en consideración esas zonas de mayor dificultad para ofrecer empleo. Está muy bien ayudar, pero se debe hacer de forma organizada, para que el impacto buscado sea efectivo. Es mucho más fácil si actuamos de manera coordinada que si aplicamos fórmulas automáticas.

¿De ahí la importancia de las alianzas?

Hace unos años, en la lucha contra el fracaso escolar, recuerdo que el Estado invirtió desde distintos actores más de dos mil millones de euros al año. El resultado no fue consistente, pues pese al gran volumen de inversión las acciones fueron individuales y no articuladas. La experiencia y el enfoque del sector privado es interesante, porque se trabaja conjuntamente. Si se trata de un negocio, el sector privado concreta y testa sus acciones y crea alianzas para obtener productos o servicios que funcionen en el mercado. Esta visión o forma de hacer las cosas es la que tenemos que llevar al ámbito social. Es necesario tener una estrategia clara o programa definido para atajar un reto social.

Hay muchos proyectos en marcha e iniciativas de base comunitaria que, sobre todo en los territorios de mayor dificultad, las empresas podrían vincularse. Tenemos identificados muchos lugares en riesgo, como la Cañada Real, el Barrio de la Coma, o el Polígono Sur de Sevilla, por decir algunos, donde estaría bien que todos articulásemos acciones conjuntas.

¿Qué actor podría canalizar esta colaboración?

Las entidades sin ánimo de lucro podrían ser ese elemento de unión. Desde Fundación “la Caixa”, por ejemplo, cuando subvencionamos proyectos, no pedimos ser la única organización que ayuda, sino que buscamos aliados.

Hay iniciativas que desde el Gobierno implican a diferentes Ministerios, por ejemplo. No se trata de sumarse a algo que se está haciendo, sino de ver que es importante aglutinar las acciones y ordenarlas. Ese orden, para mí, es importante, porque es el que va a tener sentido. Ahora se habla mucho de las inversiones de impacto social y de este tipo de instrumentos o actuaciones que pueden mover a todos los actores hacia una mayor eficiencia, pero aquí la Administración es quien tiene que impulsar el cambio.

Los instrumentos de impacto social funcionarán el día que la Administración esté dispuesta a innovar, invertir y aplicar metodologías distintas a las que tenían previstas. Hasta que esto no pase, será muy difícil cambiar y conseguir que estos instrumentos funcionen. Y las empresas también podrían tener un papel importante para invertir en determinados temas sociales en los que se logre un rendimiento.

¿Cómo se pueden crear esas alianzas entre empresas y ONG que favorezcan la inclusión de personas desfavorecidas?

Un ejemplo es nuestro programa Incorpora, que ofrece a las empresas la posibilidad de contratar a personas en situación de vulnerabilidad. También con el proyecto Intervención Comunitaria Intercultural analizamos un territorio determinado de alto riesgo. Lo primero que hacemos es escuchar a todos los que tienen algo que decir. Esas conclusiones puestas en común permiten crear espacios apropiados donde los técnicos que van a actuar –también de la Administraciones y los servicios sociales– se conozcan. Y mientras comparten, realizan un diagnóstico real de lo que sucede en el barrio. De esta forma, se crea una cartera de proyectos adaptados a sus necesidades. Hacer que las empresas entren en esas listas de acciones también sería una manera ordenada de actuar. Además, las ONG pueden ser importantes a la hora ejecutar y coordinar esas iniciativas.

¿Qué podrían hacer las entidades bancarias para mejorar esta situación de exclusión social?

A los bancos seguramente se les abrirá un horizonte distinto con la subida de tipos de interés. También por la manera de hacer negocio durante los próximos años, un entorno complejo y desconocido. Es una pena que, tras la crisis del 2008, se cuestionase el modelo de cajas de ahorro, porque garantizaban que todo no fuera buscar beneficio. Tenían que ser rentables, pero lo hacían actuando para todos los segmentos de la población. Las cajas de ahorro representaban un estilo financiero distinto porque llegaban a todo el mundo.

En nuestro caso, hay una iniciativa de Caixabank ligada a los orígenes de la Fundación que es MicroBank. Se trata de ayudar a aquellas personas que difícilmente tienen garantías económicas para hacer una operación. Se les conceden pequeñas financiaciones que permiten tirar hacia adelante. Creo que MicroBank es un ejemplo bastante paradigmático de Europa.

Otro reto actual que tienen las entidades bancarias es que sus oficinas no son económicamente viables, por eso están cerrando muchas por toda España. El reto es seguir ofreciendo servicios en la “España Vaciada”. Proyectos como el de ofimóvil de Caixabank seguro que ayudarían.

Desde Fundación “la Caixa”, ¿estáis promoviendo nuevas líneas de actuación para el 2023?

Realmente ponemos foco en lo que ya estábamos haciendo. Hemos empezado a ofrecer becas para grados en España, una apuesta que pretendemos aumentar en programas sociales en los próximos años. También actuamos en programas contra la pobreza y desigualdad como Incorpora, y nos preocupa el resto de brecha digital, donde trabajamos desde hace tiempo con las personas mayores. Además, nos han confirmado como organismo intermedio del Fondo Social Europeo. Todo esto nos va a llevar a más actuaciones en los próximos años, de 2023 a 2029. En todos los programas de Fundación “la Caixa” intentamos ver qué más se puede hacer. Siempre pensamos que hay algo que podemos hacer un poquito mejor y vamos a por ello.