La empresa generadora de valor económico y social

En las últimas décadas del siglo XX se puso de moda la opinión y la práctica de que las empresas deberían tener como objetivo ganar dinero y cuanto más mejor, el “principio de maximización de beneficios”. Aquellos que miraban un poco más a largo plazo sustituían este principio por el de maximizar el precio de las acciones, el principio de “maximizar el valor para el accionista”.

En los años 90, la Business Roundtable (BRT) —agrupación de los presidentes y CEO de las empresas norteamericanas más relevantes— abogaba por esa forma de hacer negocio. Para conseguir ese objetivo, se diseñaban incentivos para los altos directivos, de modo que estos ganaran más dinero cuanto más hicieran subir el precio de sus acciones. Eran las famosas “stock options” y otros sofisticados procedimientos que se pusieron de moda en las últimas décadas del pasado siglo.

Siempre he enseñado en mis clases que la finalidad de una empresa debe ser ofrecer un producto o servicio que satisfaga una necesidad real (no ficticia) de clientes.

Yo siempre he dicho en mis clases que proponer el ganar el máximo dinero posible como finalidad de la empresa es una tontería. Evidentemente, si una empresa quiere sobrevivir, necesita ganar dinero; si no, desaparecerá. Pero de ahí a proponer la maximización del beneficio como su finalidad va un abismo. Es como decir que una persona tiene como finalidad el respirar. Evidentemente, una persona no puede sobrevivir sin respirar, pero ese no es el sentido de su vida. Entonces, ¿qué podemos proponer como finalidad de la empresa? Siempre he enseñado en mis clases que la finalidad de una empresa debe ser ofrecer un producto o servicio que satisfaga una necesidad real (no ficticia) de clientes. Cuanto mejor satisfaga esta necesidad, mejor será esta empresa, y como consecuencia —si tiene una buena estrategia—, acabará ganando más dinero a largo plazo.

 

Acciones insertadas en la misión

Pues bien, los casos de corrupción de principios de este siglo (Enron, Arthur Andersen, etc.), junto con la crisis financiera del 2008 y sus posteriores consecuencias, han hecho a la comunidad académica y a la empresarial replantearse el principio de maximización de beneficios. De hecho, la BRT abandonó este principio en su declaración de 2019 y propuso que la empresa debería tener entre sus objetivos cuidar de los participantes de su actividad empresarial: clientes, empleados, proveedores, accionistas y la sociedad en general. Esto tiene mucho más sentido. Si los empleados se sienten valorados por la empresa, ponen más empeño en su trabajo, con lo que salen beneficiados los clientes. Lo mismo pasa con los proveedores. Con clientes más satisfechos, la empresa gana más dinero. Si además la empresa tiene en cuenta su impacto en la sociedad en general, todo el mundo gana. Se aprecia una creciente sensibilidad en el mundo empresarial de la importancia de generar valor social en beneficio de todos. A la vez, muchos se preguntan: ¿en qué aspectos de la empresa se hace patente ese valor? No se trata de actividades periféricas de responsabilidad social corporativa, sino de acciones que —insertadas dentro de su misión y de su estrategia— generen tanto valor económico como social.

Como respuesta a este reto IESE Business School está promoviendo junto con la Fundación CODESPA, Boston Consulting Group, Deloitte, Open Value Foundation y otras entidades, Prosper4ALL, una iniciativa para concienciar, evaluar, premiar y promover la contribución de las empresas a un desarrollo económico más sostenible e inclusivo desde su propio negocio. No se trata de actividades periféricas de responsabilidad social corporativa, sino de acciones que —insertadas dentro de su misión y de su estrategia— generen tanto valor económico como social. La buena acogida que está teniendo esta herramienta en su fase piloto me reafirma en la percepción de que el mundo de los negocios está en un cambio de época.