Radiografía de la vulnerabilidad en España

En 2021 más de 95 millones de personas en la Unión Europea estaban en riesgo de pobreza o exclusión social, lo que equivale casi al 22% de su población. España era el cuarto país de la lista, por encima de la media y por detrás de Rumanía, Bulgaria y Grecia, de acuerdo con la publicación Living conditions in Europe – poverty and social exclusion, de Eurostat. Los países con menos riesgo eran la República Checa, Eslovenia y Finlandia.

Un aspecto preocupante del estudio de European Anti Poverty Network (EAPN) es que los hogares con las tasas más altas de pobreza son aquellos donde viven niños y adolescentes, en comparación con aquellos donde solo viven adultos. En ocasiones, estas causas están relacionadas con cuatro grandes factores: el empleo precario y desempleo crónico, los precios de la vivienda, los precios de los productos básicos y la pobreza energética. Además de estos cuatro aspectos fundamentales, existen vulnerabilidades relevantes vinculadas a factores poblacionales, sanitarios, financieros, tecnológicos, de edad o físicos (personas con discapacidad). En nuestro país algunas de estas situaciones como la “España vaciada” se agravan con la brecha digital o la inclusión financiera, entre otros.

Las debilidades del mercado de trabajo

Una parte muy importante de los problemas de exclusión social en España tiene su origen en las debilidades del mercado de trabajo y su desconexión con la actualidad socioeconómica.

“El mercado tiene que adaptarse a la realidad económica y social del país. La realidad social que vivimos ahora no tiene nada que ver con la que teníamos hace 40 años. El mercado se tiene que adaptar, y no solo para afrontar las crisis como las que hemos vivido, sino también para poder responder a las necesidades de la empresa actual”, explica Sandalio Gómez, Doctor en Dirección de Empresas en IESE.

Partiendo de esta idea, son dos las realidades que preocupan especialmente. En primer lugar, el modelo económico español, que está basado en sectores importantes para nuestra economía como el turismo, la hostelería o la industria agroalimentaria. Es en estos sectores donde abunda un alto nivel de temporalidad del empleo muy ligado a las fluctuaciones de la demanda, así como a empleos de baja cualificación y remuneración. Como se ha comentado anteriormente, España se sitúa con un 22% de empleados temporales, a la cabeza de la Unión Europea, sólo por detrás de Montenegro.

Antes de que comenzase la crisis de la COVID- 19, el VIII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España de la Fundación FOESSA alertaba de que “la alta temporalidad del empleo, la insuficiencia del número de horas trabajadas y el creciente fenómeno de los itinerarios cíclicos, en los que periodos cortos de empleo se combinan con otros de desempleo, están limitando las posibilidades de integración de muchos colectivos”. A esta realidad de inestabilidad en el largo plazo, se une la insuficiencia del número de horas trabajadas y la dificultad de muchas personas para reincorporarse al mercado laboral desde una situación de desempleo.

Pobreza laboral

Tal y como indicábamos en nuestro informe Crecimiento inclusivo. En busca de una prosperidad compartida, hoy en día, tener un trabajo no equivale a poder cubrir las necesidades básicas. Es a lo que se refiere el término ‘pobreza laboral’, en la que la parte más vulnerable de la sociedad no tiene fuentes de ingresos suficientes a pesar de tener trabajo. Esto se debe a diferentes factores, como la abundancia de empleos de baja intensidad, en los que se ofrecen pocas horas a los trabajadores, o a los salarios bajos. Otros factores son el aumento de los falsos autónomos, que están vinculados a empresas que no los contratan y además les derivan los costes de su actividad.

“El empleo tiene que ser digno y la retribución también, porque si no, no estás ayudando a que la población viva en condiciones dignas. Las empresas tienen un papel muy claro”, comenta MarcSimón, Subdirector General de la Fundación “la Caixa”.

Entre 2017 y 2020, la proporción de personas en exclusión social severa que trabajaba menos de 20 horas a la semana se incrementó 25 puntos porcentuales, según indican datos de la Fundación FOESSA.

“Esto es algo que antes no se daba en España. La pobreza estaba relacionada con la actividad”, explica Begoña Pérez. “Ahora, nos encontramos con que una parte muy significativa de las personas que solicitan prestaciones ya está trabajando, pero lo hace pocas horas al mes o tiene empleos de escasa duración. Hay hogares en donde más de una persona trabaja, y aun así suman pocos ingresos”.

De acuerdo con la doctora en Sociología de la Universidad Pública de Navarra, hay personas que se ven obligadas a optar por estrategias de supervivencia, como incrementar sus horas de trabajo por encima de lo que pueden asumir.

“En la crisis de 2008, muchas mujeres que realizaban trabajos en el hogar de forma irregular aumentaron sus horas de trabajo y esto llevó a que muchos menores estuviesen desatendidos, lo que puede derivar en futuros problemas de conducta. Tenemos una imagen social de que la pobreza es pasiva, pero lo cierto es que en realidad es muy activa, y esto lleva en muchos casos a adoptar estrategias de supervivencia que también tienen consecuencias negativas”.

Desempleo crónico

El segundo de los aspectos que más peso tiene en esta realidad es la cronificación del desempleo[1], es decir, aquel que dura más de 12 meses. Debido a los cambios estructurales y del mercado de trabajo, una parte significativa de los empleos de menor cualificación que se pierden ya no se recuperan, dejando a muchos trabajadores de lado y sin capacidad para volver a integrarse en el sistema. Las personas que acumulan o concatenan periodos largos de desempleo ven afectados sus niveles de bienestar, su salud y su calidad de vida. Además, a medida que estos periodos se alargan, se incrementan las consecuencias negativas para sus carreras profesionales.

En España, en 2021, el 44% de las mujeres y el 38% de los hombres entre 15 y 64 años que se encuentran parados lo eran de larga duración. La media de la Unión Europea se sitúa en el 40% de las mujeres y el 39% de los hombres, de acuerdo con el INE. Ante este escenario, muchos expertos reclaman un mayor esfuerzo y atención de todos los agentes implicados en la empleabilidad.

“Hay que mejorar la coordinación entre los diferentes agentes: los centros de Formación Profesional, el Ministerio de Empleo, el Ministerio de Educación, las empresas demandantes de empleo… Toda combinación eficaz entre ellas es fundamental para que la persona encuentre trabajo y permanezca el menor tiempo posible en el desempleo”, comenta Sandalio Gómez.

En julio de 2022, las tasas de ocupación se acercaron a los 20,5 millones de trabajadores[2], la cifra más alta desde 2008. Sin embargo, y como acabamos de exponer, la mejora de los indicadores generales de empleo puede esconder graves problemas estructurales. Gómez asegura que es necesario acompañar al desempleado.

“En otros países, las oficinas de empleo disponen de un servicio de asesoramiento –un coaching– que estudia cada caso y propone al desempleado formaciones adecuadas a las demandas del mercado. El objetivo final es que el desempleado consiga trabajo lo más rápido posible, mientras se forma y recibe una ayuda económica. En España esta figura de acompañamiento no se produce”.

Este contenido pertenece a nuestra VI investigación: Productos y servicios. Una respuesta empresarial a la vulnerabilidad en España.

 


[1] La cronificación del desempleo se relaciona con el desempleo de larga duración, aquel que estando en búsqueda activa de empleo, dura al menos 12 meses.

[2] Más información.